La Casa de Galicia de Montevideo (fundada en 1917) por José María Barreiro, al mes de la aprobación de su reglamento alcanzaba casi los ochocientos socios.
Uno de sus principales logros fue su oferta de instrucción. Pasados dos meses desde su fundación, la sociedad solicitaba, a través de un anuncio de prensa, un maestro que fuese preferiblemente de origen gallego y obligatoriamente español o hijo de español, y ya en 1918 funcionaba una escuela con una maestra y un ayudante que impartían, para los asociados interesados, instrucción elemental de lectura, escritura, aritmética, gramática, dibujo y comercio. A partir de 1924, año en que presidía la institución el comerciante Miguel Sánchez, y como se observaba entre los inmigrantes recién llegados un mayor nivel de instrucción que en la década anterior, además de las enseñanzas elementales, la escuela de la Casa de Galicia, bautizada en esta fecha con el nombre de “Curros Enríquez”, empezó a impartir prácticas de dactilografía útiles para quienes desearan dedicarse al comercio, la industria o la administración.
Pero el éxito mayor de la nueva asociación lo constituyó su actividad como mutualista médica tras la inauguración, en 1919, de su “Quinta de Salud”. Su existencia fue posible, en buena medida, gracias a la decidida acción de su primera Comisión de Damas, presidida por Lucinda Beiro de García, hija de uno de los fundadores de la institución, Camilo Beiro, que en 1919 obtuvo los fondos necesarios para adquirir los terrenos en los que se instaló.
La historiadora de la Universidad de Santiago Pilar Cagiao (a cuyo archivo particular pertenece la imagen del fundador de la Casa de Galicia que ilustra este texto) hace un minucioso repaso por la evolución histórica de esta institución en el segundo volumen de la serie
La emigración gallega: América del Sur.