La catalana afincada en Galicia Silvia Salgado le ofrece al lector, en esta su quinta novela, la posibilidad de conocer el proceso creativo de Verde en el tejado, a la vez que desvela, también, su fuente de inspiración. Y lo hace en las cartas que intercambió con la artista Sarai Lamas.
Es licenciada en Ciencias Políticas con un posgrado de Periodismo. ¿Cómo acabo siendo escritora?
Pues porque la literatura había estado ya muy presente en mi vida. Desde bien pequeñita. A pesar de mi formación, haberme criado detrás de la barra de un bar fue una doble escuela. Y tenía tiempo para dos cosas: para leer mucho y creo que también para observar las historias de todas las personas que entraban y salían. De alguna manera yo siempre supe que iba a acabar contando historias. Imagino que hice Ciencias Políticas porque es una carrera que implica leer muchísimo. Y a Periodismo llegué porque yo sabía que tenía que aprender a contar mejor las cosas.
¿Qué leía de pequeña?
De todo. De todo. Yo de pequeña empecé desde leyendo cómics, por supuesto, a Enid Blyton, con las aventuras de Los Cinco; más tarde los cómics de Purita Campos, con Esther y su mundo. Empecé leyendo por puro placer, leyendo cómics y la literatura juvenil de mi generación.
Es catalana, pero al final acabó viviendo en Galicia…
Yo soy catalana, pero es verdad que llevo fuera de Barcelona, mi ciudad natal, muchos años y antes de llegar a Galicia también he tenido la suerte de viajar y de vivir en otros lugares, lo cual también es muy bueno y favorece mucho mi trabajo como escritora. En la actualidad, ya llevo casi nueve años aquí, concretamente yo resido en Mera. Y creo que es importante porque a mí me parece que vivir en Mera hace muy fácil mi trabajo, mi oficio. Escribir desde aquí es un absoluto privilegio.
¿Qué le ofreció Galicia para quedarse, para decidir al menos estar nueve años?
Llegamos por el trabajo de mi marido y yo siempre me he movido con él porque puedo trabajar desde cualquier lugar. También es verdad que, al ser de Barcelona, una de las cosas que más echaba de menos era el mar y aquí tengo esa cercanía con el mar otra vez.
Acaba de publicar ‘Verde en el tejado’, ¿sólo podría escribirla aquí por nuestro verde, por el verde de Galicia?
Esta novela tiene mucha implicación con el verde gallego, pero sobre todo, si a partir de ahora sales y te fijas, es que tenemos tantas casas, tantos edificios, donde florece ese verde tan intenso, que bueno, yo creo que sí, que Verde en el tejado necesariamente se escribe desde aquí porque eso me impacta mucho.
Y siguiendo con el color. ¿Qué le dice el azul del mar de Mera?
Me lo dice todo. Es que me obliga a pensar en que nunca nada es igual porque yo vivo mirando al mar y no hay ni un solo día en que lo vea igual. Y eso es importante. Tanto el azul del mar de Mera como todo el verde tan gallego es la naturaleza que hay aquí, una naturaleza muy salvaje. Y además es muy importante en mi novela porque yo creo que la naturaleza lo que te enseña, tanto el mar como el verde, es que la naturaleza te da, te quita y te devuelve. Y eso es común a la vida.
¿Cómo definiría ‘Verde en el tejado’ en una frase?
Una frase… Verde en el tejado es una novela de esperanza y de perdón.
¿Y de perdón?
Y de perdón. Entendiendo que el perdón es muy despegado, pero que la esperanza es muy insistente. Pero también la soledad, la empatía, la amistad, la responsabilidad familiar. Esto es muy importante en la novela. Me interesa mucho la literatura que aborda las relaciones materno-filiales. Hablábamos del mar y ahí hay todo un mar. Y hay un océano de emociones que me interesa mucho trabajar. Quizá más la responsabilidad no tanto de una madre hacia sus hijos o de los padres hacia sus hijos como el camino a la inversa. La responsabilidad de los hijos respecto a los padres.
Las flores tienen mucha importancia a lo largo de toda la novela. ¿Se las puede considerar un personaje más?
Tienen mucha importancia, pero tienen importancia las plantas tejadícolas y una en especial, que es el lirio de Argelia. La razón es porque las plantas tejadícolas son capaces de aguantar una presión fisiológica increíble, son capaces de crecer en lugares muy inhóspitos, donde no necesitan ni suelo. Y están muy expuestas y ahí están. Ahí está por ejemplo en Galicia el embudillo, que es increíble lo verde, lo resistente y lo fuerte que es. El lirio de Argelia es una flor importante en esta novela, por lo mismo, porque florece en invierno y no necesita estar en un sitio muy soleado, muy fértil, sino todo lo contrario. Es capaz de florecer en un sitio difícil. Y quizá la premisa de Verde en el tejado sea esa, que todo puede brotar y que todo puede reverdecer y florecer, incluso en los lugares más inhóspitos. También son importantes las amapolas que, pese a que las vemos bellísimas, son una mala hierba. Aunque como dicen, las malas hierbas también son flores, ¿no? También la Sedum Album, comunmente uva de gato. Sí que es verdad que tuve que hacer un buen proceso de documentación.
Y al final del libro hay un epistolario, pero no de la protagonista de la novela, sino suyo, suyo con la ilustradora del libro.
Sí. Realmente el libro está dividido, son dos partes. Una primera parte que es una novela de ficción, una novela corta, una fábula. Y una segunda que es cómo se gesta la novela. Es interesante porque ves las bambalinas detrás de esa escritura, todo el proceso creativo.
¿En qué se inspiró para hacerlo de esta manera?
Hay una fuente de inspiración importante, que es la relación personal que yo tengo con una artista, Sarai Lamas, con la que intercambio una serie de cartas durante un momento de mi vida. Y cuando lees esta segunda parte, entiendes cómo es el universo creativo del autor.