Viernes, 03 de diciembre de 2021
J.C. Rodríguez | Publicado en El Correo Gallego
La escritora gallega Emilia Pardo Bazán fue toda una dandi, una outsider de su tiempo. Quizá por eso se interesó tanto por escritores como Oscar Wilde o Baudelaire e incluyó en sus novelas y cuentos dandis “de manual”, como demuestra la escritora de Blanca P. Rodríguez Garabatos en su ensayo Emilia Pardo Bazán: visiones del dandismo.
La publicación, que ha sido presentada ayer en la librería Cronopios de Santiago, explora a través de las obras de la escritora gallega su atracción por el dandismo, por esas personalidades ambiguas y decadentes que buscaban soslayar sus inquietudes vitales en los límites de la moralidad.
Editada por Hércules de Ediciones, la obra consta de una primera parte más reflexiva, en la que se relacionan los cuentos de Pardo Bazán con toda la literatura canónica del dandismo.
Así, se establecen vínculos entre la escritora gallega y el caballero inglés Beau Brummell, máximo exponente del dandismo, así como con la semiótica de la elegancia de Balzac, la atracción por la criminalidad de Thomas De Quincey o el satanismo de Baudelaire.
En su segunda parte, sin embargo, Rodríguez Garabatos ahonda en los personajes dandis de las novelas de Emilia Pardo Bazán, con una ficha técnica y un análisis posterior de cada uno de ellos.
Y es que el dandismo sirvió a la autora de La Tribuna para profundizar en aspectos inéditos de la condición masculina, ofreciendo un catálogo de personajes insumisos y outsiders que no disimulan su inclinación por el vicio y lo siniestro.
Un ejemplo es Gaspar de Montenegro, protagonista de La Sirena Negra, afín al satanismo y a todo lo que tiene que ver con la muerte y el suicidio. Otro de ellos es Silvio Lago, el ambicioso y soñador artista que aspira a conquistar la fama en La Quimera, caracterizado por una marcada “frivolidad”.
Así lo cuenta a Efe la autora del ensayo, que asegura que Pardo Bazán era una persona “muy curiosa” y que le interesaba todo lo relacionado “con la mística”, tanto la que estaba vinculada con Dios y lo divino como la que estaba vinculada con Satán y el mal.
“En el Ateneo de Madrid dio varias tertulias sobre autores decadentistas como Baudelaire, del que si no era admiradora por lo menos era seguidora”, explica Rodríguez Garabatos, que añade que la gallega tuvo ocasión de conocer en París, en las tertulias de los hermanos Goncourt, a Joris-Karl Huysmans, considerado “el precursor de la literatura decadentista”.
“Entendía que estos rebeldes eran una especie de ángeles caídos que quizás estaban hundidos en sus percepciones, pero que eran dignos de ser tenidos en cuenta”, añade la autora.
Rodríguez Garabatos se dio cuenta del interés de Pardo Bazán por el dandismo a través de la moda masculina, de la que hizo una tesis, Emilia Pardo Bazán y la moda, que posteriormente también se convertiría en libro de la mano de Hércules de Ediciones.
“La moda representaba la personalidad de esos personajes y también la personalidad de cierto tipo de masculinidad que empezaba a surgir a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la de ese hombre que no temía exhibir su feminidad, entendida a veces como presunción a la hora de vestir”, explica Rodríguez Garabatos.
La moda, masculina en este caso, es también un elemento de gran importancia en la definición de dandi pardobazaniano, pues la descripción de los elementos de la vestimenta y el estilo de los caballeros que pueblan sus cuentos y relatos resulta decisiva para definir su talante.
Un talante muy cercano al dandismo, pues según la autora Pardo Bazán era fumadora, viajaba sola, tenía varios amantes y estaba separada de su marido, además de dedicar su vida a ser escritora, algo que para las mujeres de la época era “totalmente fuera de lo común”.
“Era una mujer transgresora, dotada de ironía y una cierta impertinencia. Una gallega retranqueira, que sabía hablar con doble intención”, cuenta Rodríguez Garabatos, que asegura que Pardo Bazán estaba atraída por el dandismo porque “se sentía un poco identificada”.
Eso sí, mientras que el dandi se dedica a “aburrirse mortalmente”, a permanecer en un continuo “hastío vital” o spleen, la gallega “no tenía tiempo para aburrirse”.
“Era una mujer muy enérgica. Creo que ese malestar es la única característica que no comparte con el dandismo”, concluye la autora de este ensayo. JOSE CARLOS RODRÍGUEZ/EFE