Domingo, 20 de Noviembre de 2016
MARTA MENÁN | Publicado en El Progreso
Tras dos novelas y más de 20 años diseñando vestidos de novia, el siguiente paso era escribir un libro sobre moda. Ya lo ha dado.
En \”Claves para vestir bien sin arruinarnos en el intento\” (Hércules de Ediciones, 2016), Begoña Peñamaría nos acerca su experiencia de más de dos décadas vinculada al mundo de la moda para ayudarnos a acertar con nuestra imagen, ya sea en una boda o en una entrevista de trabajo, y lo hace con humildad y modestia: «Yo doy una fórmula para vestir bien con la que la experiencia me ha demostrado que se acierta, pero hay otras opciones que pueden resultar fenomenal».
Al escribir este libro, se marcó como objetivo explicarles a las mujeres cómo vestir bien gastando poco dinero y sin convertirse en esclavas de la moda, pero esto semeja algo imposible…
No es imposible, y ni siquiera es complicado, si sigues una serie de pautas: tener un armario estructurado (ropa de salir por la noche, para un evento y para el día a día) y no comprar más de lo mismo una y otra vez.
Entonces, vayamos por partes.
¿Cómo evitamos gastar?
En primer lugar, hay que ser realistas: conocer nuestra edad y nuestro físico y no tratar de vestirnos de algo que no somos o no podemos defender. Después, en base a la economía de cada una, eliges las tiendas en las que te puedes permitir comprar —algo que hoy en día no es difícil con la oferta que hay— y sales con regularidad a renovar lo que necesites, huyendo de jornadas de compras maratonianas. Si tienes tu armario organizado sabes que tienes un conjunto en el que el pantalón te funciona bien, pero la camisa ya no, así que solo necesitas renovar la camisa.
También hay que huir de convertirse en esclavas de la moda…
Lo que hay que pensar es que si eres esclava de la moda, lo más seguro es que te equivoques. La mayoría de las personas no podemos defender con dignidad lo que se ve en pasarela. Por ejemplo, ¿a quién le pueden quedar bien unos pantalones de campana a media pierna? La gente normal no podemos ponernos según qué cosas. Si no sucumbir a las tendencias es difícil, todavía lo es más seguir su siguiente consejo: no buscar la aprobación de los demás. Resulta complicado, porque la imagen es nuestra carta de presentación. Es cierto que nuestra imagen es la primera impresión que se llevan de nosotros, pero no puedes vestirte tratando de gustar a todo el mundo, porque siempre habrá a quien le desagrade, quien te mienta por envidia… Si a ti te gusta y un par de personas de con anza te han dicho que te ven bien, ya está. Esa es la mejor señal de que has acertado.
¿Qué prendas fetiche no deben faltar nunca en nuestro vestidor para asegurarnos ese acierto?
Suscribo lo que decía Coco Chanel: «Una mujer puede ser elegante con cuatro cosas». Para mí, esas cuatro cosas son una falda negra, un pantalón palazzo, una camisa blanca y un vaquero. Y, si se quie- re añadir algunas prensas más, un jersey negro, una blazer cámel y un abrigo negro. Sin olvidarnos del socorrido vestido negro —el little black dress—, que hace un papel bárbaro para todo: si lo po- nes con un collar de perlas, irás perfecta a una boda, mientras que si lo combinas con una chaqueta de estilo militar y unas botas tendrás un look de lo más estiloso para ir a trabajar.
En el otro extremo: ¿de qué prendas hay que huir?
A partir de los 15 años, ¡de los pantalones de peto! No favorecen nada, igual que las camisetas que dejan ver el ombligo —aunque estés muy delgada— o esos shorts hipercortos. Tampoco me pondría nunca unas botas de estilo punk —con cadenas y pinchos— ni las que llegan hasta medio muslo. Lo mismo que unos vaqueros llenos de rotos ni unos pantalones de pata de elefante.
Citaba antes a Coco Chanel, que también decía: «No entiendo que una mujer pueda salir de casa sin arreglarse un poco… aunque solo sea por educación». Nada que ver con quienes consideran que esto es un signo de frivolidad.
Yo me dedico a la moda desde hace 21 años y no me considero una persona frívola. Siempre he cuidado mi aspecto y eso no me ha impedido escribir dos novelas complicadas —con una de ellas sufrí mucho— y acometer distintos proyectos profesionales. Puede que haya gente que viva por y para su imagen, e indudablemente eso es una frivolidad, pero cuando repartes tu interés entre muchas cosas, y una de ellas es la moda, eso no indica frivolidad. Todo lo contrario, porque para mí una persona que, disponiendo de medios económicos, ofrece una imagen desagradable, pienso que es alguien egoísta, que no tiene en cuenta a los demás. Hay unas normas sociales de convivencia, y estas incluyen también el vestir. En uno de los capítulos de su libro también aborda el tema de la edad y la moda. ¿Hay renuncias obligadas al ir cumpliendo años?
Al ir cumpliendo años no te debes abandonar, pero sí ser consecuente con tu edad. Está bien ser el a tu estilo y tratar de renovarte, pero hay que hacerlo acorde a los años que vas cumpliendo. Está claro que a los 70 no te puedes vestir como a los 40, ni a los 40 como a los 20. Ni a los 10 como a los 20…
¡Por supuesto! Los niños tienen que ser niños, no hay que disfrazarlos de mayores, ¡ya tendrán tiempo de serlo! Ya no digo al nivel que me pasó a mí, que con 14 años me llevaban con vestidos bordados, pero con siete no tiene que ir con camisetas de AC/DC.