Galicia ha contado, a lo largo de su Historia, con un sinfín de monasterios y conventos: casas religiosas autónomas y federadas entre sí; monasterios episcopales de jurisdicción diocesana; monasterios familiares; monasterios dúplices regidos por un abad o una abadesa…
Desde el siglo V, la forma elemental de agrupación humana bajo el signo religioso es el monacato, pero en Galicia no comenzará hasta el año 550.
La primitiva red monástica gallega, con sus viejas raíces ancestrales, pervive a lo largo de la Edad Media y resiste incluso al monacato benedictino del siglo XI. En el siglo XII y hasta a mediados del siglo XIII se instala con fuerza la Orden del Císter. Después llegarán los frailes mendicantes, que se asientan en las ciudades y durante los siglos XIV y XV urbanizan los monasterios y conventos.
La Galicia de las villas y parroquias pronto recibirá a los nuevos expedicionarios franciscanos. Camino de los siglos XVII y XVIII, el número de regulares gallegos llega casi a triplicarse y los monasterios gallegos conquistan, en los tiempos modernos, una notable prosperidad. Pero, por desgracia, en el siglo XIX son convertidos casi repentinamente en enemigos públicos de la libertad y sus bienes son enajenados legalmente. Desamortización y exclaustración que desmantelaron estas las comunidades religiosas y cerraron a cal y canto las edificaciones que ocupaban. No será hasta finales de ese mismo siglo cuando comiencen las recuperaciones y restauraciones, así como el regreso de las órdenes religiosas a Galicia, que no culminará hasta el XX.
Como desarrollo lógico de esa historia de muchos siglos, las cuatro provincias gallegas están salpicadas, de Norte a Sur y de Este a Oeste, de cenobios. Muchos de ellos han recuperado el antiguo esplendor y se encuentran en un magnífico estado de conservación; otros han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos para sobrevivir y comparten sus instalaciones con establecimientos hoteleros y de restauración; algunos han sido tocados por la diosa Fortuna y sobreviven con total independencia del mundo laico; otros, muchos, han sido abandonados y se desintegran, presos de la maleza que los invade y de la desidia institucional, que los ha dejado caer.
A modo de testimonio fidedigno, Hércules ha querido recoger el estado de todos y cada uno de ellos a principios del siglo XXI. Para ello nace la colección Monasterios y Conventos de la Península Ibérica. Galicia. Estructurada alfabéticamente, primero por provincias y, dentro de cana una de ellas, por ayuntamientos, va recorriendo los cenobios gallegos en imágenes, dando fe de sus reformas, de los saqueos y añadidos, de su estado actual, en suma.
Además de la secuencia gráfica, el texto recoge la Historia de cada uno de los edificios y sus características artísticas más relevantes.
Como colofón, al concluir el recorrido por cada municipio, se le ofrece al lector información sobre las posibilidades naturales, artísticas, culturales, festivas, etc., de dicho territorio, con ánimo de facilitar la planificación de itinerarios que permitan visitar no solo los restos conventuales, sino también su entorno más próximo.