Artesanos y campesinos, los oleiros se valían del barro para producir los recipientes necesarios para las tareas domésticas y agrícolas de la Galicia tradicional. Esta labor les permitía complementar la economía agraria con los ingresos procedentes de la comercialización de su producción. En la década de los sesenta, aún existían en Galicia cerca de cuarenta lugares en los que los campesinos desarrollaban el oficio de oleiros. Esta actividad supuso en el pasado una forma de subsistencia para aquellos que no disponían de tierras o que las que tenían no producían lo suficiente para mantener la economía familiar. Así, normalmente estos artesanos se agrupaban en áreas marginales como consecuencia de su economía precaria.
Su labor era siempre incesante por la necesidad de disponer de las vasijas necesarias para las tareas agrícolas y del hogar. Sin embargo, ésta no era igual en todas las épocas del año, ya que se adaptaba al ciclo anual, bien fuera en época de siembra, siega o de matanza.
Además, la producción estaba también condicionada según la dedicación específica de la comarca, es decir, dependiendo de si era tierra de pimientos, de miel, de castañas, de leche, de vino, etc. En ocasiones, eran los propios artesanoslos que transportaban las mercancías para venderlas en ferias o cambiarlas por otros productos.
Sin embargo, normalmente existían intermediarios o arrieros, que eran los encargados de llevar las piezas de feria en feria o de comercializarlas por los caminos. Estos arrieros desempeñaron un papel muy importante debido a su participación en la difusión de vajillas y por la influencia que ejercían sobre los cambios de formas y sobre su diversificación según las áreas de mercado.
Gundivós, Niñodaguia, Bonxe y Buño
Por su fama y tradición, destacan en Galicia cuatro puntos de producción alfarera: Gundivós (Monforte de Lemos), Niñodaguia (Maceda) y Bonxe. En el valle de Lemos se encuentra la parroquia de Santiago de Gundivós. A principios del siglo XX existían unos veinte artesanos dedicados a este oficio, que gozaban de cierta consideración social ya que disponían de dinero en metálico. Los cacharreiros de Gundivós trabajaban en ruedas bajas de madera gruesa de carballo y vendían sus piezas en las ferias cercanas, como la de la Virgen de Augas Santas, en el vecino ayuntamiento de Pantón.
En las inmediaciones de la vía que une El Bierzo con Ourense se encuentra Niñodaguia, cuya ubicación fue un importante factor para la evolución de la actividad, que hoy en día se mantiene en la figura de una docena de artesanos.
Otra importante comarca de cacharreiros fue A Terra Chá, desde donde se abastecía a los mercados de toda la zona y de localidades como Sarria, Ordes o Mesía, así como de la propia ciudad de Lugo. Hoy en día, la actividad se conserva en el lugar de Bonxe.
En el litoral, destaca Buño, en el municipio de Malpica, desde donde hace siglos se extrae barro para fabricar su famosa cerámica. El desarrollo de esta localidad fue paralelo a la actividad artesanal, ya que muchos de sus habitantes no disponían de tierras o estas eran poco productivas y, en el siglo XIX, el 90% de la población tenía una relación, directa o indirecta, con la olería.