O pan trigo sabe ben,
ten ben sorte quen o come;
tamén casada bonita
é pan trigo pro seu home.
El pan en Galicia era, hasta no hace muhas décadas, una de las piedras angulares de la alimentación familiar. Su abundancia o escasez marcaba las épocas de prosperidad o de penuria.
Pero además parecía revestido de un aura de sacralidad que lo convertía en objeto de ciertas prevenciones rituales, como hacerle una marca en forma de cruz o besar el trozo que caía accidentalmente al suelo; por tierras de Mondoñedo (Lugo) se decía: Non se debe tripa-lo pan, porque o que tripa o pan tripa a Noso Señor.
También en la Mariña lucense se realizaba un simbólico ritual para que un matrimonio se llevase bien: antes de que los recién casados entrasen en su hogar, la madrina de boda debía arrojarles un pedazo de pan de trigo.
Del mismo modo, cuando se abandonaba la iglesia después de haber bautizado a una criatura, la madrina tenía que dar un trozo de pan – previamente hecho en su casa- a la primera persona con la que se topase para que así el bebé gozase de buena salud.
Especialmente antes de la introducción de la patata, un mal año de cereales era un año de hambre. En Galicia, el pan se elaboraba principalmente a base de centeno y maíz y , en menor medida, trigo. El cultivo y molienda de uno y otro cereal diferenciaba a los más pudientes de los menos. El trigo era un caro bocado para las gentes de baja condición socioeconómica.
(Extracto del volumen I de Galicia para comérsela I, de Hércules de Ediciones)