“A Vane y las chicas”, por Itxu Díaz

El director de la revista digital Popes80, Itxu Díaz, escribió ayer un hermoso artículo

en memoria de la persona —ya fallecida— que inspiró el libro “El camino de la vida”.
Nos ha emocionado tanto que, con permiso de su autor, lo transcribimos en su totalidad:

“Me cruzo hoy de pronto con la presentación de un libro, de la madre de Vane, dedicado a su hija, y es así como me entero  de que ya no está.

Como un limonazo en toda la frente recibo la noticia. Y no sé si me asusta más conocer que ha fallecido, o saber que ocurrió en 2010 y no me he enterado hasta hoy, que tengo al menos cuatro años de gratitud pendientes. Aquellos eran días azules y de ilusiones. Los Elegidos recorríamos cada semana un local diferente. Ellas nos acompañaban a todos los conciertos. Con graciosa fidelidad nos arropaban canción a canción para que todo estuviera en su lugar, a pesar de que siempre era lo mismo. Y al fin, si alguna noche no estaban ahí, hacía un frío polar en el escenario.

De todos los recuerdos de los días de viento de armónica, guardo a buen recaudo las noches del Pato, donde tantas horas de directo acumulamos, y tantos amigos conocimos. Hacíamos rock o pop, según las copas y el estado anímico de la banda, y viajábamos a los 80 si al público le apetecía, o hasta los temas de nuestro EP si la noche nos permitía mirar al suelo. Algunas madrugadas llegábamos desde la Torre de Hércules hasta las puertas del Penta, y ya no regresábamos a casa, acunados por los versos de Enrique Urquijo, de Pepe Risi, de Antonio Vega, de Santi Santos, de José María Granados, o de Diego Vasallo.

Fueron inviernos y veranos colgando del mástil de una guitarra, escribiendo poesía como si pudiéramos arañar con ella los corazones, y arrullados en torno a las mismas barras cada noche. Días de Ópera Prima, el bar donde todo empezó, de ensayos con los chicos en el almacén, de pruebas de sonido a media tarde en el Drowsy Duck, de la locura en directo de Los Elegidos, dos horas de tormenta, aullidos, y aplausos.

Luego a menudo nos turnábamos Óscar y yo pinchando en Grietax, y muchos de los que nos habían acompañado venían a bailar. Hubo muchos amigos, hubo muchas chicas, hubo mucha gente alrededor aquellos años. Pero si para alguien se ha vuelto caprichosa nuestra memoria es para recordarlas con cariño a ellas, a nuestro gracioso grupo de fans, a nuestras rubias del palco VIP. En las noches grandes íbamos más tarde caminando hasta el Playa Club, a confirmar que la marea seguía en su lugar. Era un lujo llegar con tan envidiable escolta, navegando con sonrisas la noche, en un corrillo sano y divertido, en el que Vane daba siempre el brillo, el corazón, la vida. Que si imposible parece mantener unida una pandilla a través de los años, es cosa de un puñado de carismas lograr la magia de compartir los tiempos de la vida con la misma gente. Y Vane, en lo poco que pude tratarla, gozaba de este don que sale siempre de un alma generosa.

Luego cayeron otoños, derretimos el grupo, cerró el bar, o crecimos, o nos arrolló la buena vida, o dejamos la ciudad, o pasó el tiempo, o no tengo ni idea de cómo fue. Pero allí ya no estábamos. Y no hemos vuelto a estar. Supe más tarde, por amigos comunes, que Vane estaba enferma. Me enteré de noche en el bar de siempre, y allí mismo recé unos instantes por ella.

La última vez que la vi fue allí, en Grietax, en una de esas noches extrañas en que los viejos gatos salen a maullar a la luna. Ya no estaba nuestra gente sino un montón de niños con sus historias y, supongo, sus grupos de música y sus amores urgentes. Y de pronto todos parecíamos mayores excepto Vane, que esa noche se mostraba más joven que nunca, con el pelo corto, un par de batallas ganadas en el rostro, y toda la vida del mundo en los ojos. Me alegré al saber que las cosas iban mejor y que allí estaban ellas como siempre, tiñendo de sonrisas el bar de Antonio. Todo va bien, me dije. Están ahí. Todo va bien.

Me cruzo hoy de pronto con la presentación de un libro, de la madre de Vane, dedicado a su hija, y es así como me entero de que ya no está. El anuncio del lanzamiento de \’El camino de la vida\’ me lo envía Leticia, una de sus amigas, y siento cierta vergüenza al enterarme así. Es lo de menos hoy. Lo de más es ese libro que espero que llegue a mucha gente. Lo de más es su madre, Loli, su hermana Rebeca, y esa familia a la que envío el más grande de los abrazos, y esas chicas, sus amigas, donde estén, como estén, que brindaron con nosotros desde la primera fila de nuestros conciertos, y a quienes nos une la complicidad de los viejos tiempos, que Los Elegidos siempre recordaremos con especial cariño, como tampoco olvidaremos las horas de cava, traje oscuro, y flores en el pelo, en las Nocheviejas que vinieron años después en el local de Padre Feijoo.

Pienso hoy que será obligado, un día cualquiera, juntar de madrugada a la banda, hacer Una noche sin ti, y dedicársela a la sonrisa de Vane, para que el Buen Dios nos la cuide para siempre, en sus brillantes treinta años, al otro lado del tiempo\”.

Itxu Díaz, director de Popes80.com

www.itxudiaz.com Sigue a @itxudiaz en Twitter

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