Un día con Pablo Pineda

[vc_row css=\”.vc_custom_1442846960462{padding: 0px !important;}\”][vc_column][vc_column_text]Pie de Foto/Créditos: Álvaro Felgueroso
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Lunes, 15 de Septiembre de 2015

ELENA PITA | Publicado en Fuera de Serie

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A Pablo le increpan a veces en las redes sociales: \”¡Tú no eres Down!\”. Pero Pablo Pineda Ferrer fue aquel niño que su madre alumbró el 5 de agosto de 1974 en la clínica del doctor Gálvez, Málaga, con un diagnóstico médico atado al cuello: Síndrome de Down (categoría: SD puro, según baremos de la Psicología), y que, sin embargo, fue educado y estimulado para ser un chico normal. Pablo (que hoy es un hombretón de 41 años), sus padres, hermanos y maestros, lo han logrado. Por eso le increpan a veces en Facebook y Twitter, porque se ha convertido en el \”caso mayor\” del Proyecto Roma, adalid y Quijote en la lucha por la \”normalización\” de este síndrome. Acaba de publicar su segundo libro, un manual titulado Niños con capacidades especiales (Hércules de Ediciones), toda una guía para el entorno familiar.

Lo lograron con estímulo, normalización, integración, autonomía, esfuerzo y cero sobreprotección. Estudió integrado en un colegio corriente y luego fue al instituto, y así hasta convertirse en el único SD con una carrera universitaria en Europa (Ciencias de la Educación). En el medio le sucedieron otras mil cosas prodigiosas, como una Concha de Plata al mejor actor en San Sebastián (Yo, también, 2009) o ser presentador del programa Piensa en positivo de La 2 o ganarse la vida desde muy joven como conferenciante y orientador (para Adecco y demás peticiones que le llueven). Apenas hay dos asuntos aún pendientes en la vida de Pablo Pineda: 1. no consigue irse de casa e independizarse porque está allí de maravilla, con su adorable madre, María Teresa, divina señora; y 2. nunca ha tenido novia, porque se enamora siempre de chicas 10 (al final del día me enseñará a su último amor platónico en el móvil: tremenda la chica).

Hemos venido hasta Málaga a pasar una jornada con él y acompañarle en su tan \”normal\” vida, su rutina habitual cuando no viaja por el mundo divulgando la \”normalización\” de este síndrome: \”Nadie evoluciona encerrado en una burbuja\”, dice.

PREGUNTA. ¿Se gana la vida con su sueldo?

RESPUESTA. Soy autónomo, y sí, cubro mis necesidades. Doy unas tres conferencias al mes [muchas menos de las que le solicitan]: tengo toda la agenda cubierta hasta diciembre. Y hago actividades sociales: me llaman de centros educativos y otros colectivos, desde asociaciones provida hasta colegios de abogados.

Sus días amanecen a las 9 ó 9.30 de la mañana, y desayuna lento, muy lento, solos él y la madre desde que el padre ya no está. Y es tarea suya que nada falte en la mesa: té recién hecho con pan bañado en aceite. Dice Pablo que los SD son personas muy rutinarias, y que ese orden es vital para la memorización (\”el que va aturullado por la vida no retiene\”), y que una de las cosas que más le irritan es que le cambien los planes. ¿Nos estará odiando porque hemos alterado nuestra cita unas tres veces? \”No, ahora soy un personaje público, y viajo mucho, de modo que me he vuelto más flexible: ya soy menos Down en ese sentido [ríe; Pablo ríe de continuo y juro que es imposible no reírse con él: desborda ingenio y simpatía]\”. A continuación se dispone a cumplir los IBM del día. Atención a los IBM («yveme… a por patatas, detergente, lo que sea»): el término lo acuñó su padre, pero ahora (falleció hace tres años) que Pablo se ha convertido en \”el hombre de la casa\”, le tocan los IBM, que esta mañana serán picatostes para el gazpacho, cebolla frita, pan para celíacos, que su madre lo es, y unos canónigos.

Pero antes, Pablo nos lleva con él a la universidad, facultad de Ciencias de la Educación y de Psicopedagogía, donde continúa estudiando porque le faltan cuatro asignaturas de esta segunda licenciatura. Le pedimos que siga su rutina como si no existiéramos, así que en el mismo portal se enchufa al Spotify: \”Pop total, soy un cuarentón; mis emisoras son Kiss FM y los Cuarenta\”. ¿Y yo que soy cincuentona, qué escucho? \”Seguro que Rock FM\”, y acierta.

El 37 le para justo debajo de casa y le lleva hasta la Alameda, y de allí transbordo y largo trayecto hasta la universidad, donde entra triunfante. Lo felicitan por el libro: es uno más de la casa porque \”hace ya 20 años que entré aquí, y sigo viniendo a mis tutorías y a pasar horas en mi refugio\”. Su refugio es la biblioteca, donde se encamina a los anaqueles de anuarios, y elige uno de 2008 titulado Los temas y sus protagonistas. Y va pasando páginas y reconociendo las imágenes mucho antes de leer los pies de foto, mucho antes que yo. \”La niña de Rajoy, ¿te acuerdas?, la de su primer debate televisivo; y ¡mira!, ja ja ja, el Chiquilicuatre [lo imita en poses imposibles]; el Rey cuando aún no había cazado elefantes o no se sabía, y aquí junto a la Reina y la familia real japonesa, inaugurando el primer Ave nipón\”. Pablo habla así, nada de lo que entrecomillo está maquillado, su oratoria no tiene nada que envidiar a la mía y su memoria está a años luz. \”Y ahora la parte que más me gusta: la crónica\”, y entonces pasa de mí y se sumerge en la lectura. \”Aquí me quedaría todo el día\”, me dice al rato, agitando con la mano derecha ese boli Bic con dos capuchones mordidos en ambos extremos que es como su talismán: no sale de casa sin él, como un diapasón de su vida. Y al marcharnos, la apoteosis, porque encontramos al bedel, el único que lleva aquí más vida que Pablo: \”¡Cobras por tus conferencias más que tus catedráticos. La de anécdotas que tenemos…\”. Pablo encandila.

De vuelta, paramos a los IBM, Mercadona y Rincón de Yoly comida para llevar, para coger un magro con tomate y una tortillita, y nos hacemos una caña en el bar de la esquina. Ir con Pablo por las calles de su barrio de Fuente Olletas, en lo alto de Málaga, es un sin parar de saludos y besos. Salimos del último IBM cargados de bolsas, porque ha comprado en Mercadona todo lo que le ha venido en gana y más, que si su apio rallado, que si sus corazones de palmito (su salud le obliga a una dieta muy vegetal), y la Yoly le dice: \”¡Ay que ver qué cargados los llevas!\”, y él: \”¡Servidumbre de seguimiento!\” (el seguimiento son estas 24 horas). Y claro, risas. No ha tocado hoy ir al banco: Pablo lleva todas las cuentas de su madre más las suyas, desde que es \”el hombre de la casa\”.

P. ¿Ahora es más su madre quien necesita su compañía?

R. Nos necesitamos mutuamente: ella me hace la maleta y los estilismos [\”¡las rayas engordan!\”], y yo, la compra. Ella cocina al mediodía y yo soy su pinche, y quien prepara el desayuno, el té de las 7 y las cenas. Mamá y mis hermanos [tres, mayores que él, un médico, un teleco y un informático; hijos de Roque, jefe de sala del Teatro Cervantes, y María Teresa, ama de casa, dos personas curiosas, tenaces y trabajadoras] insisten en que me alquile un pisito, pero se está tan bien aquí… Que cuesta, cuesta mucho. Además, el futuro lo veo muy grande y lejano en el tiempo, y yo soy cortoplacista, lucho día a día como me han enseñado.

En el camino de vuelta, Pablo ha ido dando cuenta de su afición a la meteorología, que su padre, de familia marinera de Calpe, le enseñó desde niño, como también le enseñó a leer y a escribir con cuatro años, igual que al resto de hermanos. \”Yo siempre le discutía las cosas a mi padre, y ahora me doy cuenta de que hablo igual que él\”, confiesa. Llegamos a casa cuando María Teresa ya está haciendo los pimientitos para añadir al magro. El almuerzo es entretenidísimo y madre e hijo discuten por esa maldita memoria que Pablo tiene: \”¡Deja de sacarme cifras todo el tiempo!\”, le espeta ella; porque él todo lo sabe en cuanto a números, fechas, reglas nemotécnicas, y menos mal que las matemáticas le aburren, por abstractas. Él quisiera ser historiador, pero se hizo maestro, y la Constitución le impidió ejercer, incluso después de las excelentes prácticas que hizo. En pura lógica, embelesó a los alumnos: \”Nos lo pasamos en grande\”.

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10.00 h. Autobús. En la parada del 37 que Pablo coge a diario para ir a la universidad.

P. Pablo, ser conferenciante le acerca a su profesión y vocación de maestro, pero ¿qué cosas positivas podría enseñar que otro maestro, corriente, no sería tan capaz?

R. La clave de mi \”éxito\” con los niños es la empatía: los SD tenemos mucha empatía, sabemos lo que sienten y piensan los demás, y nos fijamos en esos pequeños detalles en los que el resto no reparáis.

P. ¿Ah, sí? Y ¿qué estoy pensando yo ahora, por ejemplo?

R. Estás pensando en ¡sacarme lo máximo de todo! [se troncha de risa]. Y en tu mano derecha y el gesto de tu boca veo que eres fumadora [increíble pero es cierto]. Así que cuando nos juntamos con los niños, que son empáticos por antonomasia, se da una transparencia increíble. Yo creo que sería un buen maestro.

Tenía 6 ó 7 años cuando un profesor llegado de la Universidad Complutense se acerca a su colegio para conocerle y le pregunta: \”¿Tú sabes que eres Síndrome de Down?\”. \”Imagina lo que yo entendí de la explicación científica que me dio sobre genes y cromosomas: nada. Así que le pregunté: ‘Don Miguel, ¿soy tonto’. Y él: ‘No, no eres tonto’. ‘¿Y puedo seguir estudiando aquí con mis amigos?’. ‘Sí, por supuesto’\”.

P. ¿Hasta ese día se veía a sí mismo totalmente corriente?

R. Yo me veía igual a todo el mundo y a mis hermanos, y me daba mucho coraje que los niños dijeran de mí: \”Pobrecito, está malito\”. Porque se lo escuchaban a sus padres. Pero no contaba nada en casa. Resulta que don Miguel López Melero estaba dando una charla sobre las capacidades limitadas de los SD y una estudiante de Pedagogía se levanta y dice: \”Pues yo conozco a un niño con ese síndrome y es muy listo\”. Entonces él quiso conocerme, y por eso vino.

Duro había peleado su madre para que el niño entrara en el centro: \”Date cuenta de que esto sucedió hace 30 y pico años, cuando no había Ley de integración y dependía todo de la voluntad de los profesores, que en su mayoría venían del franquismo pedagógico y eran muy reticentes. Pero entonces llegó al colegio una profesora recién titulada en Pedagogía Terapéutica (hoy Educación Especial), y me hizo una entrevista; a mí, que ya entonces era bastante repelente, hasta veía los telediarios. Luchó lo indecible junto a mi madre para que me quedara\”. El hoy catedrático López Melero creó después la red de Centros de Integración de Málaga y, más tarde, el Proyecto Roma, junto a la psicopedagoga Gloria González y un profesor \”muy especial\” del colegio, don Higinio.

Estábamos en el taxi de vuelta de la facultad y Pablo reconoce Como quisiera, de Maná. \”¿Puede subir el volumen? Número uno en agosto de hace 20 años, cuando yo cumplía 20 y entraba en la universidad\”, puntualiza. La cantamos, aunque todo el mundo se ríe de lo mal que canta Pablo. Pero estamos ahora en la sobremesa y Pablo nos pide un alto para ver su serie favorita ( Amar es para siempre, en Antena 3); \”Es que a veces me sale el Down y me pongo caprichoso\”, y se desternilla. A continuación, Álvaro Felgueroso le hace \”el estilismo\” para el vídeo, y seguimos.

P. Yo les veo a ustedes más felices que a la mayoría, ¿es un estereotipo?

R. Los estereotipos son exageraciones de una base real. En general, es así. Somos más felices y alegres; y yo tengo mucho sentido del humor.

P. Me provocan ternura y me hacen sonreír, ¿es correcto mi sentimiento?

R. Vamos a ver, cómo no va a ser correcto si ya nos estamos riendo, hija [carcajadas]: en general somos bastante simpáticos y nos gusta el cachondeo. En cuanto a la ternura hay que matizar, porque no se puede confundir con la conmiseración o la pena: eso es un paternalismo mal entendido. Yo no quiero ni tengo que dar pena a nadie, pero normalmente os sentís superiores y os damos lástima, pobre desgraciado… Y yo me pongo combativo: ni siquiera me gusta provocar ternura, sino que me vean como a una persona y me traten como a un igual.

P. No hay maldad en ustedes y tampoco son capaces de contar lo malo, ¿es parte de su bondad innata?

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Segundo Libro. Niños con capacidades especiales.

R. Lo malo nos lo guardamos, tal vez porque tenemos miedo a que se rían de nosotros, que consideren ridículos nuestros sentimientos. Además, nos cuesta verbalizar lo mucho que sentimos.

P. Pablo, su desmesurada memoria, ¿es también una cualidad especial SD o es fruto de su ejercicio personal?

R. Las dos cosas; cuando una persona es rutinaria en sus hábitos, se acuerda más de todo. Una persona que va sobre la marcha, deprisa y aturullado, no se acuerda ni de dónde tiene la cabeza. Por tanto es una capacidad especial, sí, pero también se educa: el cerebro es un músculo más del cuerpo.

P. ¿Sabe cuál es su cociente intelectual?

R. Buena pregunta [se parte y me corrige porque en un lapsus he dicho \”coeficiente\”], porque no tengo ni zorra idea [más risas], con perdón. No me ha preocupado nunca, porque es un término arbitrario, que solo sirve para etiquetar. Yo tal vez me exprese mejor que la mayoría o tenga más memoria, pero soy un SD más. Lo importante no es el cociente de tu hijo, sino que sea feliz y llegue a donde se proponga.

A las 6 en punto viene Fernando Frías, un amigo de siempre, profesor de Lengua Castellana y Literatura en las Teresianas, que se ocupa de controlar diariamente las redes sociales de Pablo: le hace una criba de mensajes y peticiones, y juntos responden a lo que realmente interesa. Es como su mánager. Y aunque su madre ha comprado unas rosquillas para el té de las 7, y como se ha quedado adormecida, nos vamos a tomar un refresco a uno de sus bares favoritos, junto a la Iglesia de la Victoria, patrona de Málaga.

Fernando y Pablo se conocieron aquí hace más de 19 años y el lugar les trae buenos recuerdos. Estaban en el mismo grupo de Confirmación y desde entonces son amigos, aunque esto de la celebridad ha alejado un poco a Pablo de los grupos parroquiales. Y es allí, en la proximidad de la Virgen de la Victoria, sumidos en la vaharada a cloroformo que desprende la entrada al hospital, cuando Pablo me enseña la foto de la chica 10: su amiga y último amor platónico.

P. Cuenta también en el libro que los SD son personas muy sentimentales, ¿nunca ha tenido novia?

R. No, nunca. ¿Si me hace sufrir? En general, no; pero en ciertos momentos… ¡Agh! [hace un gesto como si del estómago le fuera a salir un vómito de dolor]. A veces me siento solo y me entra la morriña y la paranoia porque quiero tener una chica. Pero no me obsesiono, es algo que no depende solo de mí.

P. ¿Nunca le ha gustado una chica SD?

R.Buena pregunta. Es uno de los grandes inconvenientes de ser pionero: nunca me he relacionado con los SD, y la verdad es que eso no está bien: siento que he perdido algo, y a veces incluso caigo en los mismos prejuicios contra los que lucho. Voy por la calle y los veo agarraditos de la mano de su madre o su padre y siento que un gran salto nos separa, porque ellos están educados de forma segregada y determinista, por eso no han evolucionado ni aprendido. Y en cambio con la gente normal de mis círculos habituales me siento tan cómodo…

P. La psicología establece tres niveles diferentes del síndrome que en su opinión son falsos. Paradójicamente, según esos baremos, usted es Down Puro, que no leve. ¿La única diferencia es cultural y emocional; es decir, que depende de cómo se les eduque?

R. Exactamente: hay que optar entre cuidarles o educarles, sobreprotegerles o disciplinarles.

P. ¿Estímulo es la palabra clave en su vida y su éxito?

R. Totalmente, y se lo debo a mis padres, que entendieron, en una época en que a los SD se les sobreprotegía encerrados en casa de por vida, que debían educarme, disciplinarme y hacerme autónomo. La decisión fue suya, personas sin estudios, generación de la guerra, pero con muchas inquietudes culturales.

Regresamos a casa, es la hora de Pasapalabra (Tele 5) que Pablo y María Teresa no se pierden siempre que pueden (dos días después eligieron a Pablo para concursar). Luego ven el telediario desde su mesa en la terraza, donde él dispondrá su ensalada y lo que mamá quiera esa noche para cenar. Una peli o un programa y buenas noches a la fresca que corre en este alto de Fuente Olletas. Mañana amanecerá.

Educar el cerebro

Fue en los 70 maestro en Madrid de un colegio de educación especial y entre sus alumnos, varios SD. La investigación en torno a su educación le llevó a entender que no era la deficiencia la que definía su personalidad, sino la ausencia de relaciones humanas. Miguel López Melero, catedrático de Didáctica en la Universidad de Málaga, dirige desde 1990 el Proyecto Roma en colaboración con la Universidad de Bolonia y el Hospital Bambino Jesús de Roma. Su objetivo es demostrar que la inteligencia no está determinada de modo inapelable por la genética: el cerebro se puede desarrollar. Sus dos premisas de partida son: 1) todo alumno puede progresar en su aprendizaje, y 2) los valores no se enseñan, se viven. Pineda es el caso primigenio del Proyecto Roma, pero hay otros jóvenes como Ramón que terminó estudios de cocina, y hasta unas 150 personas con SD en Andalucía se han beneficiado de los principios educativos del Proyecto Roma, que desde 1998 se lleva en muchas escuelas de nuestro país.

Más información. Niños con capacidades especiales, de Pablo Pineda (Hércules de Ediciones) ya está a la venta.

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