Un paseo por el Pórtico de la Gloria

portico de la gloria - Un paseo por el Pórtico de la Gloria

El símbolo fundamental es la segunda venida de Cristo, que pondrá fin a la historia, el Juicio Final, el Apocalipsis inspirado en el de San Juan. Muchos autores han visto la puerta, que es la de poniente u ocaso, como paso al otro mundo (la Gloria), a otra estancia. Algo así como la visión de lo divino todavía desde lo mundano, es decir, todavía desde su quicio. Unamuno dijo de él: “… ante esta obra no cabe hacer literatura, sino rezar …”

En el centro del tímpano está Cristo resucitado enseñando las llagas, como el cordero degollado, y como vértice de todo el conjunto icónico. Su figura ejerce de juez soberano, de rey con su corte, de redentor de los hombres y de verbo de Dios. A su lado, los cuatro evangelistas son notarios de su palabra, con las bestias totémicas que los identifican (el buey, el león, el águila y ¿el hombre será la de Mateo?). Los veinticuatro ancianos rodean en la arquivolta toda la escena, como corte y senado, como el poder de la experiencia creyente que va a alabar a Dios con sus nuevos cánticos, con su ya casi inmediato toque instrumental que ahora afinan, pero que parece que va a dar inicio en cuanto el visitante entre. La precisión del cincel románico fue tal, que gracias a Mateo se ha podido recuperar para los oídos del siglo XXI el sonido de algunos de los instrumentos medievales representados en piedra. El organistrum fue uno de los que logró reconstruirse.
Entre ancianos y evangelistas está el pueblo redimido, que son los gentiles y judíos que han alcanzado la Gloria después de la Redención. Son una multitud genérica y universal que rompe fronteras y espacios, incapaz de ser enumerada. Debajo, en la base del tímpano, los ángeles porteadores de los instrumentos de la Pasión, que justifican con su presencia al cordero degollado. Las columnas laterales muestran el Viejo y Nuevo Testamento, en presencia de Profetas y Apóstoles, como piedras indispensables que soportan la Casa de Dios, la Gloria, con Cristo como piedra angular. En el centro, una columna que hace de parteluz explica la genealogía humana de Cristo, con Jessé, David, Salomón y la Virgen. El capitel de la columna muestra su genealogía divina, con el Hijo en el regazo del Padre y el Espíritu Santo en la parte superior de la escena. Sobre ellos, Santiago, que recibía a los peregrinos amable, con benéfico semblante, ofreciéndoles la gloria eterna después de tan larga caminata.
El arco izquierdo está poblado por los hijos de Israel. Fieles a la promesa mesiánica esperan la llegada de Cristo, que aparece para rescate de los creyentes en la clave del arco entre Adán y Eva, bendiciendo con una mano mientras sostiene en la otra un libro. En el arco derecho está la separación de réprobos y escogidos, según sus obras. Es el Juicio Final, donde Dios Padre y San Miguel separan y juzgan a la humanidad, que se aloja en el infierno o la Gloria, a derecha e izquierda de quienes los juzgan.

El Pórtico es también un paso entre el fin del Románico que atisba el Gótico, debido a la naturalidad y viveza de las estatuas, y a su tendencia a la elevación.

A medias entre la arquitectura románica de Mateo y la fe popular, Dios habría acabado de asentar la gran obra mateana dentro de la perfección del círculo. Por ello, también allí aparece el artífice humano, adorando al altar y de espaldas a la entrada.

La figura vuelta hacia el lado opuesto, arrodillado, dicen que representaría al propio Maestro Mateo. Popularmente se lo llama el “santo dos croques”, pues a través de un leve cabezazo frontal del peregrino, el caminante confirmaría una segunda vez su aquiescencia con la fe del templo y aquél le transmitiría a éste su sabiduría.
No obstante, los críticos de arte evocan mucho mejor la genialidad del artífice en otra figura, esta vez inserta en el conjunto portical: la imagen sonriente del profeta Daniel, en la columna izquierda del arco central. Si observando todo el mural la impresión es que las efigies de mármol que un día fue policromado están comunicándose entre ellas y con el espectador, estableciendo una conversación per secula, ese gesto agradable de Daniel entraña no sólo la recuperación de la sonrisa para el arte europeo, que llevaba tres siglos de serio rictus, sino también la apertura del medievo a la luminosidad gótica.
Del resto del hastial oeste no se conocen muchos más datos como conjunto, salvo los que aportó un dibujo de José Vega y Verdugo sobre 1655-1656. Se supone que estaría dispuesto en tres grandes calles, una central mayor y dos laterales menores, ordenadas en cuatro pisos con puertas-pórtico, arcos ciegos, ventanas y tres rosetones, similar a la también occidental de la catedral de Ourense. Pedazos como arcos o trozos de dovelas y figuras que a él pertenecieron se conservan repartidos sin orden ni concierto en lugares insospechados: las estatuas de David y Salomón están hoy colocadas bastante cerca de donde originariamente se ubicaron, pues destacan en el pretil de la escalinata del Obradoiro; no así un Abrahán y un Isaac, que pertenecen a la colección particular de la familia del general Franco, y se hallan en la Casa Cornide de A Coruña. Otros restos se conservan en el Museo Catedralicio, en el Museo de Pontevedra o en propiedades privadas.

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