“Na mili destináronme á libraría do campamento, estaba predestinado”

  • Fecha: 19/03/2024
  • Medio: La Voz de Galicia

Estos días llega a las librerías de todo el país, casi como un regalo de Pascua y de la mano del sello Hércules de Ediciones, un libro que sin duda está llamado a tener un lugar de honor en la escritura memorialística en lengua española. Se trata de Mis ojos, de Ramiro Fonte: la versión en castellano de Os meus ollos, obra —el inicio de una monumental trilogía en lengua gallega, que completarían a continuación Os ollos da ponte y As pontes no ceo— en la que la prosa del autor eumés (Pontedeume, 1957-Barcelona, 2008) brilla a una altura excepcional. Como un renovado milagro. Como los secretos cantos del bosque que, quizás en memoria de Ramiro, aún hoy el viento trae, a través de las fragas del Eume —tan amadas por el autor de Os meus ollos—, desde Caaveiro, hasta las calles en las que Fonte jugaba de niño.

El libro, que sale a la luz en una traducción de José Fonte Sardiña, prologado por César Antonio Molina e ilustrado por Antonio Seijas, permite poner al alcance de los lectores en lengua castellana una de las obras capitales de Fonte. «Mis ojos es un libro infinito, donde todo se encuentra», señala, en el prólogo, César Antonio Molina, al tiempo que subraya la importancia de «rescatar y dar a conocer, más allá de Galicia, a uno de los más grandes autores de la segunda mitad del pasado siglo».

Ramiro Fonte fue, desde la publicación en el año 1983 de As cidades da nada, una de las figuras centrales de la poesía gallega, y desde muy joven gozó del reconocimiento unánime del mundo académico y de la crítica especializada de todo el país. Hombre de una erudición inmensa, brilló de manera incuestionable, también, en el ámbito del ensayo. Pero la publicación de Os meus ollos lo dio a conocer, además, como una de las más altas cumbres de la escritura memorialística. Y el hecho —lo verdaderamente sustantivo, lo fundamental— es que, gracias a la publicación de Mis ojos, esa cumbre puede ser visitada ahora ya, por fin, por todos los lectores en lengua castellana, a ambos lados del Atlántico,

En las páginas de este libro, con una prosa exquisita, Ramiro le hace al mundo de las letras un regalo excepcional: el reino de su infancia visto a través de sus propios ojos. Una infancia que tuvo por mágico escenario Pontedeume, la llamada villa de los Andrade, que nació —en gran medida de la mano de los propios Andrade— donde el río Eume se hace mar. Y, como no podría ser de otra manera, también los Andrade andan por las páginas del libro, claro. Está, en sus páginas, Fernán Pérez de Andrade, llamado O Bóo, del que Fonte nos recuerda que «había escogido el bando de un rey que mató a otro rey, y se vio así recompensado con nuevos señoríos», entre ellos el del mismísimo Pontedeume (o sea que, si cuadra, O Bóo, aquel don Fernán, bueno, lo que se dice bueno, no lo era tanto). Y, sin ir más lejos, en las mismas páginas también nos comenta Ramiro que quizás «el malvado Nuno Freire de Andrade» (apodado o Mao) no fuese, tampoco, tan «déspota, cruel y sanguinario como lo pintó la historia», puesto que en su sepulcro, en el que lo convirtió en una caballero de piedra, reza el epígrafe «Cabaleiro de verdade». O sea que lo que las cosas parecen, no siempre es lo que las cosas son.

La musicalidad, intacta

La traducción de Fonte Sardiña, gran conocedor y devoto de la obra de Ramiro Fonte —a quien no lo unía un parentesco cercano, a pesar de la coincidencia del apellido, pero sí un inmenso afecto—, conserva, intacta, la prodigiosa musicalidad de la prosa de escritor eumés. Y las ilustraciones de Seijas logran convertir en luz un mundo repleto de matices que hace del Pontedeume de la infancia de Ramiro Fonte, gracias a las magias de la literatura, el verdadero centro del universo.

«Fonte —subraya Molina en el prólogo— siente nostalgia de las campanas, de las misas en latín, de las casas familiares…». Pero la verdadera casa de aquel niño, como el propio César Antonio recuerda, es «el pueblo entero». El pueblo entero, sí señor. El Pontedeume de Ramiro Fonte. Ahora, para toda la eternidad. Nada hay, créanme, más cierto que eso

Ramón Loureiro

Ilustración de Antonio Seijas

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